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Aunque
intente situarme y otear el paisaje desde atalayas ajenas, la verdad es que
soy incapaz de visualizar el atractivo y entender el elevado nivel de interés
social que, por cuestión de fama o linaje, se crea en torno a determinados
hechos de carácter privado. Los asuntos de amoríos, infidelidades, divorcios,
embarazos o nacimientos ofrecen un juego asombroso, pero desgraciadamente,
mientras las miradas contemplan con distracción y deleite la estela de la
banalidad cotidiana, la corrosiva lava del egoísmo y la arbitrariedad
recorre las laderas causando estragos humanos bajo el silencio de la
indiferencia. ¿Cuántas revistas hay en los quioscos dedicadas a la
divulgación de la frivolidad y el cotilleo, y cuántas centran su contenido en
analizar, localizar y poner rostro a la injusticia? Sería conveniente
someter la conciencia social a una inspección ética, pues existen sobradas
muestras que constatan un error importante de calibración, con los
perjuicios que ello comporta.