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Hace unos días vi en la
televisión a un humilde pastor que, en plena fiesta y euforia
especulativa, mostró su rechazo a la expropiación y/o venta de los terrenos
donde vivía con sus animales, renunciando con ello a una suculenta
oferta económica a cambio de unas hectáreas de campo en las
que se contemplaba llevar a cabo la construcción de urbanizaciones de
lujo y campos de golf. Un señor sin despacho, sin silla
reservada en tertulias y conferencias y estéril en la publicación
de ensayos e informes, aunque, por la claridad en la exposición de sus
ideas y la integridad revelada en la defensa de sus modestos intereses, bien
podría decirse que es catedrático en dignidad, una disciplina que carece
de título académico y con escaso reconocimiento público. No son tiempos estos
en los que la limpieza y sencillez sean ejemplo y camino para lograr el
prestigio social.