Entre bombas y caricias

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Tras leer en la prensa que Rusia pondrá en marcha acciones militares destinadas a contrarrestar la amenaza que, a su entender, supone la instalación de un escudo antimisiles estadounidense en algunos países europeos (entre ellos España), me vino a la cabeza la última y controvertida campaña publicitaria de la firma de ropa Benetton, en la que se mostraban fotomontajes de diversos líderes mundiales besándose en la boca. Las imágenes de la campaña pueden resultar ofensivas y ser objeto de reprobación por parte de muchas personas pero, si hay que elegir entre bombas y caricias y colaboración o recelo, personalmente, no tengo duda alguna con qué me quedo.

Lindezas

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No recuerdo si la última vez que tuve en mis manos un ejemplar de 'Interviú' fue en el dentista o la peluquería, pues, para ser sincero, no es una revista que lea con asiduidad. Sin embargo, tras la avalancha de comentarios, controversias y juicios emitidos con motivo de la portada en la que sale fotografiada Terelu, no he podido resistirme a buscarla en internet y echarle una ojeada. ¿Existe alguien en este país que no la haya visto?

Realmente, aún no comprendo el motivo de tanta polémica, ya que, salvo el cambio de protagonista, ésta no cambia su dinámica o sintonía habitual: el desnudo de mujeres más o menos conocidas. Que se hayan originado críticas, reproches, apoyos o aprobaciones no es algo sorprendente, aunque sí resulta lamentable escuchar lindezas (y más si vienen del sexo femenino) respecto a los kilos y la edad de la protagonista. Entre las consignas del mercado y la estética, menudo cómo está el asunto.

Un aspecto cultural

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Conforme avanzaba en la lectura del artículo de Quim Monzó (Magazine del 6 de noviembre del 2011),  en el que manifiesta su sorpresaante ante  la moda del vegetarianismo a tiempo parcial, me vino a la cabeza lo que dijo la modelo Malena Costa su twitter el pasado mes de agosto: "¡Que asco la gente que come perros! ¡Cosas que jamás nunca entenderé!". Que los animales sacrificados para formar parte de nuestra dieta sean vacas, cabras o cerdos ¿es un aspecto cultural o social que nos acredita como seres más civilizados, sensibles o respetuosos con el entorno que quienes viven en otros lugares del planeta donde se comercializa la carne de can para consumo humano? ¿No es, simplemente, una cuestión de circunstancias, costumbres y realidades diferentes?

Dudoso

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He leído que frases como «prefiero quedarme con unas vivencias sencillas a los lujos, la noche. ahora valoro otro tipo de cosas» o «debéis pensar siempre en las consecuencias de vuestros actos», fueron pronunciadas por reclusos del centro penitenciario de El Dueso en un encuentro con estudiantes con motivo de la celebración de unas Jornadas de Formación en Valores y Trabajos Solidarios llevadas a cabo por los primeros.

Probablemente, los jóvenes que asisten a estas charlas prestarán y escucharán con más atención las opiniones, experiencias y recomendaciones de personas que protagonizaron conductas imprudentes, antisociales y delictivas, que los consejos o sermones de madres y padres.

¿Llegaremos a ver iniciativas similares entre personas que hayan sido condenadas por sobornos, corrupción o apropiación indebida del dinero de los contribuyentes o ciudadanos? Dudoso, ¿verdad?

Ciertamente, cuesta imaginarse a un grupo de internos de guante blanco visitando centros educativos o sociales ofreciendo sus testimonios acerca de cómo empezaron, quiénes ejercieron una mala influencia, que les llevó a ceder a las tentaciones o cuántos perjuicios sociales causaron con sus actuaciones. ¿No sería un puntazo?

¡Maldita cultura!

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Cuando nuestra hija pidió por primera vez celebrar su cumpleaños en compañía de otros niños, recuerdo que al hablar con los padres de los pequeños invitados al evento les pedimos que, en el caso de comprarle algún regalo, no se gastaran más de tres euros en el mismo, pues el objetivo no era organizar una recolecta de obsequios, sino que pasaran una tarde entretenida compartiendo tiempo y juego. Deseábamos evitar compromisos y comparaciones de carácter económico entre los regalos de unos y otros, así como enseñarle a valorar a los demás por su esencia y comportamientos y no por su cartera y posesiones. Nadie hizo caso a la sugerencia, cada cual fue a su aire. ¿Era un síntoma a pequeña escala de la actitud social predominante? Hacía poco más de un año de la defunción de la peseta y los expertos en redondear precios obtenían unos resultados extraordinarios, invertir en bolsa comenzaba a ser un juego popular más atractivo y prometedor que ir al bingo, el valor de la vivienda experimentaba subidas espectaculares y se cambiaba el vehículo como si se tratara de la goma del gas. Once años después, la variedad de platos a elegir en el menú diario se ha reducido notablemente, y se repiten mucho los elaborados a base de austeridad, ahorro, ajustes, desahucios, recortes y desempleo. ¡Maldita cultura de la ambición y desmesura!

Imprescindible colaboracion

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He escuchado en la radio a vecinos de algunas zonas de Madrid manifestando su preocupación por la presencia cada vez más frecuente y numerosa de cucarachas y ratas en calles o jardines debido a una mayor permanencia y acumulación de basura en el entorno, y haciendo un llamamiento a la concienciación e implicación de la población para evitar comportamientos incívicos, ya que, si a la disminución de los recursos públicos destinados a la limpieza y recogida de residuos se le suma la dejadez, indiferencia o mala fe de los ciudadanos, el resultado no se reduce a un problema de estética u olores desagradables, sino que se generan situaciones de insalubridad poco recomendables. Hay responsabilidades compartidas entre las instituciones y la ciudadanía, y una de ellas es nuestra imprescindible colaboración para procurar que pueblos y ciudades se mantengan en unas condiciones de higiene adecuadas.

La filosofía actual

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Tras la lectura de un artículo para iniciados acerca del funcionamiento de la amenazadora y temida prima de riesgo, uno extrae la conclusión de que los objetivos e intereses de los mercados son ajenos a la calidad de vida de la ciudadanía, distantes e impasibles ante la miseria y el sufrimiento… Es decir, parece que en sus bibliotecas no hay manuales de códigos éticos ni obras que hablen de los valores humanos. Y, en el caso de no haber entendido nada de lo leído, ¿cómo comprender que los intereses cobrados por los inversores sean más gravosos para los países que más dificultades económicas atraviesan? Desde la óptica de un sistema político y económico basado en el progreso y desarrollo del bienestar social en el mundo, ¿es acertado ponérselo más difícil a quienes menos tienen? Llevado al terreno del ciudadano, es algo así como poner los créditos más caros a las familias y empresas con menor solvencia o negar las becas a los estudiantes con menos recursos. Si para alcanzar metas políticas no es válido el principio de que el fin justifica los medios, ¿es aceptable para obtener beneficios económicos? Con la filosofía actual de los mercados, ¿es factible que disminuyan las enormes desigualdades sociales? ¿Existe voluntad e interés en ello?

Otras cosas

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Que si miden tanto y tienen cual peso, que si les gusta tomar vino o agua en la comida, que si comen postre o se mantienen alejados del dulce, que si practican tal deporte varias veces a la semana, que si cuidan más o menos su estética. En fin, todo un abanico de cuestiones personales tratadas en los medios de comunicación acerca de los candidatos a las próximas elecciones generales, que, en mi opinión, despiertan escaso interés en una población golpeada y preocupada por los efectos de una crisis, de la que, hasta ahora, parece desprenderse una certidumbre: la merma de las posibilidades y condiciones de vida de los ciudadanos. Asimismo, ¿no resulta desmesurada y fuera de lugar la preparación escénica para llevar a cabo los debates televisivos entre aspirantes de diferentes partidos políticos?
De momento, aún no conozco a quien haya cambiado el sentido del voto debido al diseño de una corbata o la altura de una mesa, pues son otras cosas las que inquietan e interesan.

Enrevesados y rentables

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Tras el fallecimiento de mi padre, descubrí, fuera de plazo, que era necesario realizar determinados trámites burocráticos y pagar a la administración local y autonómica las tasas correspondientes al impuesto de sucesiones, cuestión que me llevó a iniciar el peregrinaje por un buen número de oficinas y ventanillas y a pagar algo más de 400 euros de penalización por la demora existente en la gestión de mis obligaciones fiscales. He recordado esto al leer el artículo de Javier Cuervo sobre el analfabetismo funcional (Magazine del 23/X/11) y sus probables consecuencias, pues en aquel momento tuve que preguntar y/o solicitar la colaboración de algunos funcionarios para aportar y cumplimentar correctamente la múltiple documentación requerida. Ante semejante situación, ¿qué hubiera hecho mi madre? ¿Cuántas personas mayores tienen que abonar importes superiores al de su pensión a la muerte de su cónyuge para que un profesional lleve a cabo las gestiones que regularicen su nueva situación? ¡Qué enrevesados y rentables resultan ciertos asuntos!

Se echa de menos

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Parece ser que escasean las empresas familiares capaces de mantener su actividad más allá de la segunda o tercera generación pues, tras la jubilación o fallecimiento de sus fundadores, los herederos y nuevos administradores pueden tener visiones y planes de futuro diferentes o mostrar incompetencia para fortalecer y dar continuidad a las mismas. A tenor del actual panorama político y económico en la Unión Europea, da la impresión de que coexisten ambos ingredientes. Se echa de menos un liderazgo europeo con las ideas claras respecto al proyecto común, con capacidad y voluntad para seguir dándole forma y consistencia al modelo social perseguido por nuestros abuelos y padres y, por supuesto, que cultive la cooperación y convivencia entre vecinos. Por desgracia, de enemistad y recelo el viejo continente ya tiene demasiada experiencia acumulada.