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Cuando tiene lugar un hecho de violencia inusual protagonizado por un
menor de edad, como el terrible y mortal
ataque llevado a cabo por un adolescente de trece años días atrás en un colegio
de Barcelona, emergen comentarios, opiniones y propuestas que, al calor del
drama y el frio del desconocimiento causal, dictaminan y trazan líneas
reparadoras a los pocos minutos de saltar la noticia a los medios de
comunicación. Pueden sugerirse análisis psiquiátricos a los alumnos, demandar
la instalación de arcos para detectar metales en las entradas de los colegios, centrar
el foco de la responsabilidad en las familias, otorgar el reconocimiento de
autoridad pública a los docentes o solicitar la bajada de la edad penal a los
diez años, sin embargo y, como se suele decir, hay asuntos en los que las prisas
no son buenas consejeras. Son muchos los factores que pueden influir en la conducta humana y considerable la
imprevisibilidad de nuestras reacciones, así que, antes de lanzarse a la aventura y matanza de moscas a cañonazos, ¿no será
recomendable disponer de datos objetivos, así como conocer las conclusiones de los profesionales?