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Si aspectos tales como la
calidad y cobertura de la sanidad pública, la desigualdad entre clases sociales
o el acceso a una alimentación adecuada,
inciden en la esperanza de vida de la población, cabe preguntarse si las
previsiones publicadas al respecto pecan de optimismo.
Se pronostica que en las próximas tres décadas la media de vida aumentará
en unos 5 ó 6 años, sin embargo, el Instituto Nacional de Estadística (INE)
anunció en enero de 2012 que esta había disminuido unas centésimas. Por otra
parte, organizaciones como Cruz Roja, Intermón Oxfam, o Cáritas coinciden
al señalar que la dinámica de
empobrecimiento de las familias y el debilitamiento de las funciones
protectoras del Estado, están conduciendo a millones de personas hacia situaciones
de vulnerabilidad de difícil retorno (un 40% de la ciudadanía podría
encontrarse en la pobreza dentro de diez años), y causando una honda
fragmentación social. O sea, si la realidad
del momento es cruda y los análisis sociales acerca del futuro próximo incrementan la dureza, quizás convenga matizar
que la esperanza de vida dependerá en buena medida de la posición social.