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Cuando crece el número de mesas en las que falta el
desayuno, cuando hay que elegir entre el pago de los medicamentos o la cuota de
la comunidad de vecinos, cuando la educación y sanidad se ponen al servicio del
mercado y la codicia, cuando la compensación a una vida laboral es un viaje a
la isla del estorbo y la escasez, cuando la juventud se encuentra con la puerta
bloqueada, cuando la caridad se convierte en el único sustento de las familias
y la dignidad y autoestima van derritiéndose al ritmo de una vela, puede
decirse que la precariedad ha colonizado la vida de los ciudadanos. Y, tal como
acredita la historia (de la que poco se aprende), las nubes de descrédito y
hastío formadas por la evaporación continuada de la justicia y el bienestar
social entrañan el riesgo de tornarse en riadas.
Surgen caras de sorpresa e inquietud ante el resultado de las elecciones italianas (sin olvidar la realidad griega) y la más que posible propagación de semejante escenario; sin embargo, persiste el empeño en continuar con tratamientos políticos que favorecen la concentración de la riqueza y la asfixia de las poblaciones. Veremos por dónde revienta.
Surgen caras de sorpresa e inquietud ante el resultado de las elecciones italianas (sin olvidar la realidad griega) y la más que posible propagación de semejante escenario; sin embargo, persiste el empeño en continuar con tratamientos políticos que favorecen la concentración de la riqueza y la asfixia de las poblaciones. Veremos por dónde revienta.