miércoles, 28 de mayo de 2014

El núcleo y el revestimiento

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Igual que un armario  puede tener la apariencia de estar confeccionado en madera de cerezo, cuando en realidad se trata de tablero de aglomerado revestido con una fina lámina de la noble madera, el mero hecho de abrir una cuenta y estar presente en las redes sociales  no es sinónimo de modernidad, pues el uso de las nuevas tecnologías y herramientas no transforma lo arcaico o reaccionario en algo progresista o actual. Qué es más avanzado, ¿el empleo de tiza y una pizarra para enseñar a leer y escribir, o la utilización de Internet para negar el derecho de las niñas a la educación? Es importante  mantener la atención procurando distinguir ente el núcleo y el revestimiento, porque detrás de la modernidad hay mucho primate y demasiado “listo” intentando colar gato por liebre.

Con limpieza y distinto enfoque

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Desde hace un tiempo se suceden las declaraciones que muestran preocupación por la percepción de un clima de animadversión  ciudadana hacia la clase política.  Aun siendo  la desconfianza y decepción algo palpable a pie de calle y manifestado en las encuestas,  también existe un sentimiento  creciente de orfandad  política, pues la población no reniega ni pone en duda la importancia del ejercicio de la política, sino que  expresa disconformidad y hastío ante la cronificación del fraude y la indecencia. Como sucede en el programa televisivo Pesadilla en la cocina,  para que la gente acuda y se sienta a gusto en el restaurante de la política, hay que ofrecer profesionalidad, brindar un buen trato y servir productos y preparados que agraden al paladar y no generen indisposiciones ni intoxicaciones de graves consecuencias. O sea,  acometer  una limpieza rigurosa del local y en especial de la cocina,  trabajar con honestidad y de manera coordinada y,  claro está, evitar poner en la mesa lo que uno no querría para sí mismo.  

Pasar por el tamiz

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Una persona con micrófono en mano se acerca al abuelo, a la madre, a la hermana o a cualquier otro miembro  de una familia que ha sido víctima de una tragedia y, tras identificarse como trabajador o colaborador de un medio de comunicación, formula una curiosa e interesante pregunta: ¿cómo se encuentra? Pero vamos a ver,  qué respuesta  se espera de alguien  que ha perdido hace unas horas a uno o más seres queridos en un suceso terrible e impactante. Algo como por ejemplo:   “Pues mire usted, estoy que lo vierto, de hecho, acabo de reservar mesa para ocho en el mejor restaurante de la zona. Ah, y después de la cena a tomar unas copas y desinhibirse, es lo suyo en unos momentos como estos, ¿no cree?”               Y el caso es que, lejos de ser una anécdota, la historia se repite más que la morcilla. Antes de plantear ciertas preguntas al personal, ¿no sería conveniente hacerlas pasar por el tamiz de la delicadeza y el sentido común?

sábado, 17 de mayo de 2014

Echando la vista atrás

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Con veinticuatro años de edad, allá por el año 1987, uno decide saltar del nido para, junto a mi actual esposa, tratar de emprender un vuelo independiente y mantenido en el tiempo. Con el  salario medio percibido por un joven trabajador de la industria del metal, podías hacerte cargo del alquiler de un modesto piso semi amueblado y sin ascensor; podías comer al menos tres veces al día sin tener que medir cada céntimo al acudir al supermercado -y ello sin apenas  presencia de productos de marca blanca en la cesta de la compra-; podías salir a tomarte unas copas de manera moderada; podías tener  una tartana con cuatro ruedas para ir a trabajar y moverse un poco por el entorno e, incluso, llegar a ahorrar algo para afrontar imprevistos de poco calado. Pasadas casi tres décadas, la emancipación parece ser más una fantasía que una realidad, y, lamentablemente, cada vez es mayor el número de casos en los que  ésta se alcanza iniciando  un movimiento de alas cargado de tristeza y desilusión. No es lo mismo cruzar fronteras en calidad de turista que verse forzado a irse con lágrimas en los ojos y en el corazón.  Un panorama poco halagüeño y esperanzador.

jueves, 15 de mayo de 2014

El volumen de la publicidad

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Si el objetivo de la táctica es  llamar la atención de la audiencia, no sé hasta qué punto tendrá éxito, pues, al menos en mi caso, lo conseguido es una reacción cuyos efectos van en dirección contraria a la esperada: pulsar el botón para anular el sonido del televisor u ordenador y hacer caso omiso de la imagen, e incluso lanzarme a la búsqueda de otro contenido. Y me refiero a la intempestiva, molesta y habitual subida de volumen de la emisión televisiva que tiene lugar en los espacios dedicados a la publicidad. También pudiera ser que, dado que la esencia y el atractivo de determinados programas reside en el alboroto y  griterío, ese aumento de decibelios no represente un incordio para un porcentaje de los televidentes. Pues nada, aunque  no me parece ni percibo que el asunto sea una fuente de entretenimiento, habrá que  seguir jugando al gato y al ratón.

lunes, 12 de mayo de 2014

Gérmenes patógenos

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Hay quien tiende a confundir y comparar los signos de lealtad y docilidad mostrados por unos animales como los perros con la actitud y voluntad de las mujeres. Las mascotas no tienen   la opción de seleccionar dueño ni la capacidad para  evaluar y decidir si desean distanciarse de un entorno y una situación insatisfactoria, indignante, amarga o lacerante, pero la mujer (al igual que el hombre) debe disfrutar del derecho a escoger quién la acompaña en el viaje por la vida y durante cuánto recorrido. Y es que, si  la educación  no enseña a distinguir con nitidez las diferencias existentes entre la propiedad privada y las relaciones amorosas, entre ser propietario y ser miembro de una pareja y entre imposición y deseo, la confusión está servida. Qué triste y contraproducente resulta la utilización de los micrófonos, las cámaras, las columnas periodísticas, los púlpitos o las aulas para transmitir opiniones y comentarios cargados de gérmenes patógenos ancestrales que, lamentable e injustamente, continúan causando un daño social  inconmensurable a nivel mundial.

lunes, 5 de mayo de 2014

Dos maneras de entender el tema

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Entre la espesa maleza informativa también brotan  noticias  oxigenantes, como es la relativa a una fundación estadounidense sin ánimo de lucro que, con  la ayuda económica prestada por algunas empresas y la colaboración de expertos en distintas materias, ha llevado a cabo un proyecto para hacer prótesis a bajo precio destinadas a personas de Sudán que han perdido algún miembro como consecuencia de la guerra, contemplando la idea de ponerlo en práctica en otras naciones del continente africano. Aunque parece que se trata de elementos un tanto rudimentarios, pues son fabricados utilizando impresoras 3D a un coste de unos 75 euros, la iniciativa tiene el objetivo de posibilitar que muchos niños y adultos vuelvan a realizar tareas básicas que les proporcionen mayor autonomía y calidad de vida. Hay quien pone  su tiempo y sus  conocimientos  al servicio del bien común,  y hay quien se emplea a fondo en la tarea de  aprovecharse del común de los mortales con el firme propósito  de forrarse. Sencillez y empatía o pomposidad y codicia, he ahí el dilema del sistema.

viernes, 2 de mayo de 2014

El coste de la indecencia

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Desde instancias políticas se acostumbra a efectuar  declaraciones  que, buscando el apoyo ofrecido por la muleta de la comparación con países del entorno -de escasa inestabilidad en muchas ocasiones- o amparándose en las directrices y recomendaciones establecidas desde Bruselas u otras instituciones de carácter internacional, tratan de justificar la  puesta en práctica de medidas de índole económico, laboral, impositivo o asistencial que no suelen ser recibidas con ovaciones ni provocar fuertes e intensas carcajadas entre la población. En cambio, escasean los discursos y pronunciamientos alusivos a la conveniencia de homologarse en  cuestiones que contribuirían a elevar el nivel ético y democrático,  como   las relacionadas con las actitudes y conductas  de quienes  desempeñan  cargos públicos y políticos. ¿Qué autoridad moral  se tiene al hacer lo contrario a lo que se predica? ¿Cuál es el grado de calidad representativa  cuando se engaña, ningunea y desvían recursos de  los contribuyentes hacia acequias destinadas a regar y satisfacer espurios intereses? La indecencia es cara, contamina las aguas políticas y frena  el desarrollo social.