viernes, 2 de mayo de 2014

El coste de la indecencia

El Norte de Castilla>Opinión>cartas del lector
El Diario Montañés>Opinión>cartas del lector
La Nueva España>Opinión>cartas del lector
El Correo>Opinión>cartas del lector

Desde instancias políticas se acostumbra a efectuar  declaraciones  que, buscando el apoyo ofrecido por la muleta de la comparación con países del entorno -de escasa inestabilidad en muchas ocasiones- o amparándose en las directrices y recomendaciones establecidas desde Bruselas u otras instituciones de carácter internacional, tratan de justificar la  puesta en práctica de medidas de índole económico, laboral, impositivo o asistencial que no suelen ser recibidas con ovaciones ni provocar fuertes e intensas carcajadas entre la población. En cambio, escasean los discursos y pronunciamientos alusivos a la conveniencia de homologarse en  cuestiones que contribuirían a elevar el nivel ético y democrático,  como   las relacionadas con las actitudes y conductas  de quienes  desempeñan  cargos públicos y políticos. ¿Qué autoridad moral  se tiene al hacer lo contrario a lo que se predica? ¿Cuál es el grado de calidad representativa  cuando se engaña, ningunea y desvían recursos de  los contribuyentes hacia acequias destinadas a regar y satisfacer espurios intereses? La indecencia es cara, contamina las aguas políticas y frena  el desarrollo social.