Gladiador millonario

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La grabación de imágenes que recogen agresiones físicas cometidas en diversos escenarios es utilizada por la Justicia como prueba para condenar y castigar a los responsables de las mismas, como, por ejemplo, las obtenidas en el metro o en cajeros automáticos. Aunque, por lo visto, el tratamiento aplicado no siempre es el mismo, pues en ciertos ámbitos o terrenos la sombra de la ley es muy débil o de escasa presencia. La indignante, repugnante y violenta conducta observada en el partido que tuvo lugar entre el Real Madrid-Getafe quedará resuelta con una modesta multa a un gladiador millonario y la aplicación de un corto periodo de descanso.
Ejemplar castigo y estupendo paradigma para los chavales acerca de cómo canalizar la rabia e impotencia al no obtener los resultados deseados.

Contradicciones

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Cuantiosos esfuerzos y recursos invertidos en personal, campañas de información y concienciación, en barreras, señalización, radares y otras medidas con la plausible finalidad de evitar o disminuir la vasta tragedia humana que supone la accidentalidad en las carreteras y, también, como no, el elevado gasto social derivado de ésta. Y, simultáneamente, se fomentan otros aspectos de carácter comercial, deportivo e incluso de estatus o imagen ciudadana que toman gran relevancia en la comunidad y que chocan frontalmente con la pedagogía pretendida en cuanto a conductas cívicas y preventivas se refiere: se fabrican vehículos que pueden doblar el límite máximo de velocidad establecido, cuando el coste invertido en potencia podría ser destinado a incrementar la seguridad de los mismos; múltiples modalidades de competiciones de dos y cuatro ruedas basadas en la velocidad y en el intrínseco riesgo asumido son espectáculos culturales ampliamente potenciados, aclamados y seguidos; y existe la muy difundida idea que asocia el triunfo social con la posesión de un distinguido y potente vehículo. En definitiva, contradicciones del ser humano.

Bienestar global

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El mapa de indignidad y miseria de los pueblos castigados y diseminados por el mundo no es motivo de preocupación, consulta e intervención del orden mundial salvo cuando sus reflejos alcanzan dimensiones que arrojan un balance negativo para los intereses de los países con mayor peso específico en el escenario económico y político. Ahora, la mirada de inquietud también se dirige hacia Somalia, donde los actos de piratería comprometen la seguridad de la actividad comercial o económica, la de las tripulaciones e incluso la medioambiental por los problemas derivados de un ataque a buques cargados con sustancias contaminantes. ¿Y mañana, dónde y cómo serán los próximos acontecimientos que generen desasosiego y molestias a los elegidos para vivir con tranquilidad y confort? La mayor parte de los ciudadanos del planeta necesitan una nueva e imprescindible corriente de aire humano basada en la colaboración, la solidaridad, la confianza y el diálogo, una política que, por encima de todo, tenga un claro y único objetivo: el bienestar global. Esperemos que, las expectativas generadas por los efectos del huracán Obama no sean un frustrante espejismo del anhelo, sino la huella del cambio, el inicio del poder de la razón.

Supervisión y control

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Inflación, deflación, deuda pública, hipotecas suprain o activos tóxicos son términos utilizados con absoluta soltura y aplomo por los profesionales de la economía para informar, definir, valorar o diagnosticar el inmediato estado de salud económico de los países, pero, ¿y qué ocurre cuando se trata de analizar y recomendar dietas y pautas de comportamiento adecuadas para obtener y sostener el supuesto bienestar general?, ¿por qué prestigiosos catedráticos de la misma disciplina mantienen teorías opuestas? Viendo la incapacidad para detectar e impedir la situación de crisis padecida y la inquietante incertidumbre acerca de cuándo se abandonará la misma, uno se pregunta: ¿para qué sirven los organismos mundiales de supervisión y control económico en los que se ofrecen cuantiosas pensiones vitalicias?

La plantilla política

La Vanguardia>>Opinión>>edición impresa>>31 marzo

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Se señala a la codicia financiera y a la desregularización y carencia de controles públicos adecuados como los componentes principales de la actual crisis económica mundial.
Entonces, y puesto que la ingenuidad e inocencia no son características intrínsecas de las decisiones políticas vinculadas a estos aspectos, puede extraerse la conclusión de que ha existido pasividad, imprudencia, aliento o connivencia con la insaciable e irresponsable depredación económica llevada a cabo por actores de países democráticos y "civilizados".
Ahora es momento de cumbres cargadas de preocupación y buenas intenciones y de resucitar la denostada intervención de los Estados (al menos para hacerse cargo de la factura de la gran comilona), pero ¿en qué grado pueden comprometerse los representantes públicos con los intereses generales si pueden compatibilizar cuantiosas retribuciones recibidas del ámbito privado con las del salario estatal?
Para reforzar el compromiso, la lealtad y la credibilidad de la actividad política es necesario que exista una regulación rigurosa y transparente de la misma, sin ambigüedad.
Y, si para gestionar un país con lo complejo que resulta en ocasiones llevar la comunidad de propietarios del edificio con esmero y eficacia a muchos diputados les sobra tanto tiempo como para dedicarse a otras actividades, o hay un exceso de plantilla o los deberes no han sido cumplidos.

¿Dónde está el problema?

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Independientemente de la creencia religiosa, color de piel, idiosincrasia cultural o idea social no existe un solo discurso político que, para atraer y solicitar el voto de los ciudadanos, proclame o enarbole la bandera de la insolidaridad, la injusticia, la pobreza..., sino todo lo contrario, esperanza y bondadosas promesas. Si la voluntad y preocupación común es real y existe un inequívoco y urgente deseo de subsanar las indecentes deficiencias sociales, ¿dónde está el problema para rediseñar y corregir los fallos del sistema? De la cumbre del G20 que costará unos 20 millones de euros debe de salir algo más que dinero público y palabras encantadoras, son necesarias medidas correctivas y reguladoras que nos dirijan hacia el mundo soñado. La ONU estima que son necesarios entre 40.000 y 60.000 millones de dólares para erradicar las muertes por hambre, cifra inferior a la mayor fortuna personal del planeta.