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Hasta no hace demasiado tiempo
desconocía que existiera una profesión denominada personal
shopper, cuyo principal cometido parece que consiste en asesorar
acerca de las últimas tendencias en moda y estilismo, así como en realizar la
compra de objetos y artículos que satisfagan los gustos y deseos del cliente,
es decir, encargarse de la imagen (parcial o integral) y las necesidades
consumistas de quien solicita sus servicios. A decir verdad, en el barrio y
entorno próximo nunca floreció la costumbre de contratar a un asesor para elegir
y/o delegar en este la adquisición de la ropa y los complementos, el corte y
peinado del cabello, la decoración del hogar o los regalos destinados a
familiares, parejas o amigos. Y, a tenor de visto y acontecido en el día a día
del vecindario, puede decirse que hay más demanda y necesidad de recibir ayuda
de los servicios sociales que de los orientadores en asuntos de estética.