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Causaría menos extrañeza si se
tratara de personas caracterizadas por los atributos menos atractivos de
los domingueros, pero no, la basura acumulada en la cumbre del Everest (y
también en otras cimas) ha sido dejada por supuestos amantes y enamorados de la
naturaleza. Con el propósito de reducir las efusivas muestras de cariño dejadas
por ciertos montañeros, el gobierno de Nepal desea que cada miembro de las
expediciones que suban al balcón de la montaña más alta del mundo contribuya a
su limpieza bajando ocho kilos de basura. Como suele suceder, unos tendrán que
cargar con la dejadez e insensibilidad de otros. Y, según parece, en el
campamento base habrá personal de seguridad encargado de actuar a fin de
impedir y/o mediar en los conflictos surgidos entre alpinistas. Viajar a
Nepal para discutir y alterar el ánimo por una cuestión como el turno en la
escalada, teniendo un recurso como son las colas de los supermercados cercanos
al domicilio, la verdad, es una manera de complicarse la vida.