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Viendo las imágenes de la violencia desencadenada durante los
lamentables e infructuosos disturbios públicos que han tenido lugar en
distintas ciudades catalanas (con mayor duración e intensidad en Barcelona)
durante los últimos días, hubo algún momento en el que no pude evitar pensar en
la enorme cantidad de personas que, empujadas por la presión del agobio y el
temor derivado de circunstancias que revisten un elevado nivel de gravedad y
peligro para la vida, parten de su entorno familiar y social con lo puesto, en
compañía de la pena y caminando por la senda de la incertidumbre. Se habla
mucho de concordia, equidad, progreso y sostenibilidad, pero las cuentas de la
realidad muestran un resultado deficitario en materia de hechos.
La estupidez humana debería disminuir con el paso del tiempo, sería la
trayectoria lógica del ser más inteligente del planeta, sin embargo, la
dinámica de lo acontecido en el siglo XXI indica que seguimos empeñados en
cagarla.