sábado, 22 de febrero de 2014

Llamar a las cosas por su nombre

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Por qué llamarlo fraude fiscal o evasión de capitales, cuando es mucho más elegante la denominación de ingeniería financiera, ¡dónde va a parar! Debe reconocerse que utilizar la máscara de la ingeniería para ocultar el rostro del engaño y la ambición desmedida, tiene su punto de ingenio, pues la ingeniería suele asociarse al progreso y al bienestar común, y no engaño y empobrecimiento de la población. Qué tendrá que ver, por ejemplo,  diseñar  un equipo sofisticado destinado a la detección precoz de enfermedades con diseñar  un plan complejo con el que escaquearse a la hora de pagar impuestos, esos con los que se financia la sanidad, educación, investigación, etcétera.  Aunque no se trate de una ingeniosa novedad mundial, ¿tendrá receptividad y calado político el paquete de  peticiones realizadas (sin eufemismos u ornamentos) por los inspectores de la Agencia Tributaria en días pasados para obtener mayor garantía, eficacia y rendimiento en el afloramiento y la recaudación de los tributos defraudados?

En la reserva

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El Comercio>Opinión>cartas del lector

'La recogida de excedentes de alimentos crece cada vez más', es el titular de una noticia salida estos días  en la prensa que, en mi opinión, tiene doble lectura, pues, por un lado representa un aumento de la cantidad de comida que los supermercados y comercios destinan a las personas en situación de precariedad y pobreza;  y por otro,  significa que las familias están destinando  menos dinero a la alimentación.  Sin embargo, y siguiendo la lógica del mercado, todo hace pensar que la oferta irá ajustándose a la demanda,   originándose con ello  una reducción de los remanentes donados a los bancos de alimentos u otras organizaciones de carácter social. Si las economías domésticas pierden poder adquisitivo  día a día, las prestaciones por desempleo llegan a su fin, los subsidios se agotan, los ahorros se consumen y los planes de pensiones son utilizados para subsistir antes de la jubilación,   parece ser que las necesidades de la población tenderán a agudizarse y los recursos para la solidaridad serán menores. Es decir, la historia de la crisis aún promete y tiene reservados capítulos muy complicados.

viernes, 14 de febrero de 2014

Confortables e impermeables

El País Semanal>cartas del lector

Cerrar la boca, halagar buscando prebendas y refugio  o guardarse las opiniones incómodas en el bolsillo son opciones para ir a favor de la corriente imperante y/o pasar desapercibido, o sea, ser una amapola en una plantación monocultivo y ordenada. Después de leer el artículo de Javier Marías, Entre el ridículo y la mansedumbre, solo            queda animar a Javier Marías a que continúe confeccionando trajes de palabras con estilo propio,  cuidados y elegantes en su diseño, confortables e impermeables a la arbitrariedad e indecencia y pensados para moverse en ambientes  sociales saludables. Además, ¿no estamos en un periodo en el que se apuesta por el talento y la innovación?  Los avances logrados a lo largo del tiempo en cuestiones relacionadas con el bienestar colectivo y el respeto por los derechos humanos no han sido, precisamente, a base de silencio, subordinación y esterilidad intelectual.

Tradiciones vejatorias

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Diario Sur>Opinión>cartas del lector
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Si, desde el ámbito académico y político,  se dan muestras de  simpatía, connivencia  y comprensión hacia  las novatadas llevadas a cabo  en el entorno educativo, tal como se desprende de la lectura de una noticia publicada en la prensa sobre la muerte de seis jóvenes universitarios en Portugal (arrastrados por una ola durante lo que, se sospecha, era la celebración de un rito iniciático), la pervivencia de tradiciones  vejatorias y abusivas parece estar asegurada para tiempo. No sé a qué viene pasarse con los nuevos estudiantes ni qué clase de enseñanza hay detrás de la humillación y el sometimiento,  pero no puede decirse que sea algo consustancial a los centros educativos, que contribuya al bienestar de los jóvenes y que  fomente conductas apropiadas para crear un ambiente social más razonable y respetuoso.

lunes, 3 de febrero de 2014

Intensificar los tratamientos

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El Norte de Castilla>Opinión>cartas del lector


Los últimos datos difundidos en referencia al número de desahucios de viviendas habituales llevados a cabo durante el año 2012 y los seis primeros meses de 2013, cifran en 34.786 (19.335 y 15.451 respectivamente) el número total de familias afectadas. Estableciendo una estimación de tres miembros por hogar, se estaría hablando de 100.000 personas  obligadas a abandonar sus casas y  buscar refugio con los bolsillos vacíos, es decir, un drama social que parece comportarse como una bola de nieve. Demasiadas lágrimas, depresiones y necesidades básicas no cubiertas. Pero la población no debe inquietarse en exceso porque, según declaran quienes controlan las riendas europeas, quienes dicen sentir gran preocupación por las dificultades sociales existentes, la solución está en la intensificación de los tratamientos  aplicados en los últimos años: mayor presión fiscal, menos prestaciones públicas y más recortes en las nóminas. Si el tema está claro, lo que ocurre es que no estamos preparados para entenderlo: cuanto más apretadas se encuentren las familias mejor nos irán las cosas. A la involución social ahora lo llaman innovación y progreso.

No caben eufemismos

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Diario Sur>Opinión>cartas del lector


Profe, ¿cuánto cuesta el comedor?  Y, pasados unos días, el niño llegó a clase con una pequeña bolsa de plástico con un euro y medio en monedas de céntimos, el importe con el que podría sentarse un día a comer con otros compañeros. Ante relatos como este, descrito por el director de un colegio en un programa televisivo, no caben eufemismos ni pronósticos acerca de un inminente crecimiento macroeconómico que, según indica la organización Intermón Oxfam en un informe sobre la evolución  de la distribución de la renta a nivel global y nacional, no parece estar orientado o destinado a  cambiar una realidad social  irracional y bochornosa. Qué  finalidad tiene la política, ¿procurar el bien común o cultivar grandes superficies de desdicha ciudadana? A estas alturas de la historia y “civilización” no deberían existir dudas al respecto, sin embargo y, lamentablemente, las cifras cantan. Para que la población confíe en la actividad y honestidad política, el bienestar no debe ser una cuestión de reducidos cotos privados.