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Por qué llamarlo fraude fiscal o evasión
de capitales, cuando es mucho más elegante la denominación de ingeniería
financiera, ¡dónde va a parar! Debe reconocerse que utilizar la máscara de la
ingeniería para ocultar el rostro del engaño y la ambición desmedida, tiene su
punto de ingenio, pues la ingeniería suele asociarse al progreso y al bienestar
común, y no engaño y empobrecimiento de la población. Qué tendrá que ver, por
ejemplo, diseñar un equipo sofisticado destinado a la detección
precoz de enfermedades con diseñar un plan complejo con el que
escaquearse a la hora de pagar impuestos, esos con los que se financia la
sanidad, educación, investigación, etcétera. Aunque no se trate de una
ingeniosa novedad mundial, ¿tendrá receptividad y calado político el paquete
de peticiones realizadas (sin eufemismos u ornamentos) por los
inspectores de la Agencia Tributaria en días pasados para obtener mayor
garantía, eficacia y rendimiento en el afloramiento y la recaudación de los
tributos defraudados?