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Hay tantas interpretaciones sobre el desenlace de las
elecciones generales como formaciones políticas se presentan a las mismas, sin
embargo, el mensaje dejado por la ciudadanía en las urnas, lejos de estar
cifrado, parece expresar con suficiente claridad el deseo mayoritario de
llevar a cabo remodelaciones en el entorno político, económico y social. Es
como si los ciudadanos hubieran cogido el tradicional botijo de la transición
democrática y, cansados ya de una silueta conocida y erosionada e
insatisfechos con la incapacidad del mismo para ofrecer un caudal de bienestar
adecuado a las necesidades de la mayoría, decidieran enviarlo al taller de
remodelaciones, adaptaciones y mejoras. El resultado electoral desvela que
las alabadas reformas y medidas acuñadas con la denominación de
origen de la austeridad, así como la notable acumulación de sedimento
putrefacto en las cloacas políticas e institucionales,
han obtenido la desaprobación y el suspenso del conjunto de la
población. Hay que vivir ajeno a lo que sucede en la calle, con la
mirada clavada en el ombligo, para pensar que florecería el visto bueno a una
realidad oscurecida. ¿Sancionar a quien busca comida en los contenedores cuando
la desigualdad social entra en una fase de insalubridad pública?