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“¿Habremos llegado al límite como especie?”, se
preguntaba el expresidente de Uruguay, José Mujica, al ser entrevistado en un
programa de televisión. Y no hacía referencia a las capacidades del ser humano
ante la investigación, el progreso científico y el desarrollo de nuevas
tecnologías, sino a la facultad de razonar y entender que, en el caso de
continuar con el actual tinglado mundial, la línea del horizonte presenta un
trazado con una tonalidad angustiosa. Se dice que hay que conocer la
historia para no caer en los mismos errores, sin embargo, en la etapa más
avanzada de la evolución humana, parecen seguir presentes los peores fantasmas
del pasado, aunque algunos de ellos portando sábanas más modernas y
sofisticadas. En las estanterías del siglo XXI abunda la miseria, el fanatismo,
la esclavitud, la discriminación y violación sexual de la mujer de
manera sistemática, la represión política, la corrupción y especulación
institucionalizada, el enfrentamiento bélico, el refuerzo de fronteras y algún
que otro producto novedoso como, por ejemplo, la superpoblación y el
acelerado cambio climático. Cuando se ven las cartas boca arriba, ¿puede
considerarse que la cuestión planteada por Mujica sea improcedente o esté
fuera de lugar?