martes, 15 de diciembre de 2015

No al fraude y la desfachatez

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¿Volverían a confiar los vecinos de una comunidad de propietarios en una empresa de reparación y mantenimiento que infla las facturas y pasa gastos por trabajos ficticios? ¿Volverían a fiarse los integrantes de una asociación benéfica de un equipo directivo que desvía los fondos hacia los bolsillos propios? ¿Volverían los clientes de una agencia de viajes a contratar unos días de vacaciones tras haber sido víctimas de un fraude anterior por parte de ésta? Dando por sentada la respuesta común a tales interrogantes, uno  se formula ciertas  preguntas: ¿Cómo es posible que exista apoyo, calor y reconocimiento social hacia quienes  desvían, roban y malversan recursos públicos? ¿Se fomenta  desde una edad temprana  una educación y concienciación ciudadana  respecto al valor, la importancia y el respeto que debe tenerse por  el bien común?  No tiene gracia, pero que ni pizca de gracia, leer o escuchar que,  por ejemplo,  la suma del dinero pagado durante el año en impuestos acabe en manos de personajes que lo utilizan para pagar  joyas, trajes, fiestas o llamadas telefónicas de carácter privado.