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El pasado mes de octubre, se abrió paso la noticia
acerca de una empleada de la limpieza que, fruto de la confusión y el
desconocimiento, tiró a la basura la obra de arte vanguardista “¿Adónde vamos a
bailar esta noche?”, expuesta en un museo italiano. Al entrar en la sala y ver
el suelo lleno de botellas vacías, plásticos y confetis, la trabajadora
se puso manos a la obra y recogió de manera selectiva lo que, a su
entender, eran los desperdicios de una juerga celebrada por gente un
tanto incívica (a quién se le ocurre dejar aquello en semejantes condiciones).
Pues bien, hace unas horas, mi madre pregunto: “¿cuándo van a poner este año el
anuncio de la Lotería de Navidad en la televisión?”, cuando resulta
que lleva saliendo en pantalla desde hace varias semanas. Claro
que, cumplidas ya ocho décadas, el formato del spot elegido esta Navidad,
consistente en la animación de “Justino y la fábrica de maniquíes”, presenta
brechas generacionales que parecen conducir a la falta de conexión y
comprensión. Podría pensar que se trataba de una película dirigida a los niños,
pero no de publicidad de la lotería nacional. La publicidad que pasa
desapercibida…