La Vanguardia>Opinión>cartas del lector
Nacidos en los años 20 y 30, mis padres tuvieron escasas posibilidades de asistir al colegio, comenzaron a colaborar y trabajar en labores domésticas y agrícolas antes de iniciar la adolescencia, vivieron tiempos de enfrentamiento y rencor social, intimaron con la dificultad y escasez de la posguerra y, entrados ya en la madurez, pudieron catar y valorar los frutos de la evolución política, económica y social dada en nuestro país. Siendo de la década de los 60, nunca me he ido a la cama con el estómago vacío, la sensación de sentirse huérfano de seguridad y progreso no es cuestión que enturbie mis recuerdos y las condiciones u oportunidades formativas, sanitarias y laborales disfrutadas experimentaron una mejora sustancial respecto a las generaciones anteriores. Si pensábamos que nuestros hijos continuarían por la senda del crecimiento ilimitado en cuestiones materiales, parece ser que pecábamos de ingenuidad o que erramos en los cálculos, pero entre la tendencia hacia la sobreabundancia o el despilfarro (que no es sinónimo de mayor felicidad) y la carencia o adversidad, ¿acaso no hay espacios intermedios? Sin políticas de decrecimiento y mayor equidad social a nivel global, ¿qué futuro le espera a la humanidad?