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Si por violencia se entiende la
utilización de la fuerza para obtener un objetivo, es evidente que para
intentar saltar las vallas fronterizas es necesario hacer uso de la fuerza, al
menos la precisa para salvar los obstáculos físicos que impiden abandonar
y dejar atrás escenarios dominados por la miseria, el atropello o el
horror de la guerra. Recientemente, la televisión mostraba las imágenes de unas
personas que se arrojaban a la calle desde las ventanas de un edificio en
llamas, un salto al vacío para escapar de la cruel violencia del fuego, una
acción guiada por la desesperación y el pánico, sentimientos estos que, por
desgracia, suelen ir de la mano de los inmigrantes que protagonizan los
intentos de asalto en las fronteras. Lo de la movilidad fronteriza suele
resolverse con la posesión de una buena cuenta bancaria, pues el rechazo tiende
a convertirse en cortesía. Para impedir las estampidas humanas, parece
imprescindible confeccionar un mundo en el que gran parte de la humanidad viva
bajo unas circunstancias menos lacerantes e injustas.