Desde hace un tiempo se suceden
las declaraciones que muestran preocupación por la percepción de un clima de
animadversión ciudadana hacia la clase política. Aun siendo
la desconfianza y decepción algo palpable a pie de calle y manifestado en las
encuestas, también existe un sentimiento creciente de
orfandad política, pues la población no reniega ni pone en duda la
importancia del ejercicio de la política, sino que expresa disconformidad
y hastío ante la cronificación del fraude y la indecencia. Como sucede en el
programa televisivo Pesadilla en la cocina, para que la gente
acuda y se sienta a gusto en el restaurante de la política, hay que ofrecer
profesionalidad, brindar un buen trato y servir productos y preparados que
agraden al paladar y no generen indisposiciones ni intoxicaciones de graves
consecuencias. O sea, acometer una limpieza rigurosa del local y en
especial de la cocina, trabajar con honestidad y de manera coordinada
y, claro está, evitar poner en la mesa lo que uno no querría para sí
mismo.