Es curioso (¿o sospechoso?) que, si prácticamente el común de las
formaciones políticas incluyen en sus
discursos términos y promesas que hablan de bienestar social, de igualdad y
justicia, de tolerancia hacia la diversidad
individual y colectiva, de equidad entre hombres y mujeres, de defensa de los
derechos humanos y de preocupación por
el medioambiente, tengamos un panorama mundial que presenta semejante déficit en su cuenta de resultados. Después de siglos y siglos
con la misma historia, parece ser que en términos de humanidad aún
estamos en pañales, así lo confirman los
dramáticos datos arrojados por las frías estadísticas. Abundancia de
declaraciones y guiños de complicidad dirigidos hacia las causas nobles, pero el
tema está que mete miedo. Cuando se habla con orgullo de las generaciones mejor
formadas de la historia, uno se pregunta cuál es el objetivo principal de la
capacitación, ¿fomentar el individualismo y modernizar la estética de las
brechas sociales, u optar por la innovación en
cuestiones de calidad de vida a
nivel colectivo? Menos historias y más resultados.