Al escuchar el término leche no
me viene a la cabeza una caña de cerveza, al ver un bote de miel no siento un
sabor amargo en la boca, en cambio, esta tarde me ocurrió algo sorprendente: al
leer la palabra futuro en un anuncio de trabajo del cual se hizo eco la prensa,
me vino a la cabeza el entorno social dibujado por Miguel Delibes en la
novela Los santos inocentes. ¿Sería ello síntoma de un trastorno
incipiente? Para mi tranquilidad, los comentarios dejados por los lectores en
los diarios digitales indicaban que se trataba de algo colectivo, de un
sentimiento compartido. Por lo visto, ante oferta laboral para una
finca a cambio de alojamiento, manutención y la posibilidad de cobrar un
salario en el futuro, la gente tiende a volver la mirada hacia el pasado.
Lamentablemente, parece que la política está facilitando el florecimiento
del desprecio y la indecencia.