Cuando nuestra hija pidió por primera vez celebrar su cumpleaños en compañía de otros niños, recuerdo que al hablar con los padres de los pequeños invitados al evento les pedimos que, en el caso de comprarle algún regalo, no se gastaran más de tres euros en el mismo, pues el objetivo no era organizar una recolecta de obsequios, sino que pasaran una tarde entretenida compartiendo tiempo y juego. Deseábamos evitar compromisos y comparaciones de carácter económico entre los regalos de unos y otros, así como enseñarle a valorar a los demás por su esencia y comportamientos y no por su cartera y posesiones. Nadie hizo caso a la sugerencia, cada cual fue a su aire. ¿Era un síntoma a pequeña escala de la actitud social predominante? Hacía poco más de un año de la defunción de la peseta y los expertos en redondear precios obtenían unos resultados extraordinarios, invertir en bolsa comenzaba a ser un juego popular más atractivo y prometedor que ir al bingo, el valor de la vivienda experimentaba subidas espectaculares y se cambiaba el vehículo como si se tratara de la goma del gas. Once años después, la variedad de platos a elegir en el menú diario se ha reducido notablemente, y se repiten mucho los elaborados a base de austeridad, ahorro, ajustes, desahucios, recortes y desempleo. ¡Maldita cultura de la ambición y desmesura!
