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¡Mantened el ánimo que de ésta
saldremos!, decían las voces desde la borda del yate dirigiéndose a
los náufragos que, en plena tormenta, trataban de mantenerse a flote
agarrados a los salvavidas y recipientes de plástico que quedaban de la
modesta barca con la que salían a la mar para ganarse la vida. Sin
embargo, las frías aguas reducían paulatinamente la temperatura corporal
de los pescadores, las fuerzas disminuían y el ataque de los
tiburones era imprevisible, o sea, las posibilidades de alcanzar la costa
eran reducidas.
Lamentablemente, la cantidad de
naufragios tierra adentro aumenta día a día, siendo escandaloso el
número de ciudadanos castigados por la inseguridad, la escasez, la pesadumbre,
la desconfianza y el desamparo.
