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Si además de comer carne y pescado (cuestión que da lugar al
sacrificio de animales), uno practica de manera ocasional la pesca de recreo,
no me parece que se goce de una posición de fortaleza moral suficiente como
para recriminar a quienes practican la caza deportiva de manera razonable y respetuosa,
es decir, teniendo presente las normas encaminadas al cuidado y la preservación
de las especies, y tratando de evitar un sufrimiento gratuito e innecesario a
los animales.
En cambio, ver en la prensa la imagen de un cargo público de las Islas
Baleares con los testículos de un ciervo posados en la cabeza, una sonrisa
exultante, sangre arrollando por la
cara y los brazos en alto haciendo el
signo de la victoria con ambas manos, me ha resultado grotesco, desagradable y
siniestro, una actitud de difícil justificación y nada edificante. En realidad,
refleja escasa sensibilidad y aprecio hacia las presas.