En años anteriores a la crisis que en la actualidad sacude y resquebraja de manera incesante y extensiva el bienestar social que se había ido forjando en nuestro país a lo largo del tiempo, la política era una materia que parecía despertar bajo interés en buena parte de la población, un espacio reservado a los políticos, un tema de conversación de cuatro amigos o conocidos. Cuántas veces hemos escuchado y/o pronunciado la frase “yo paso de la política”. Ahora, existe enorme disgusto y enojo por el despilfarro o los sobrecostes en las obras públicas, por las jubilaciones millonarias que gratifican gestiones nefastas, por la cantidad de vehículos de lujo que forman parte de las numerosas flotas oficiales, por las generosas dietas para restaurantes con varias estrellas, por los maletines repletos de deshonestidad y ambición, por los tratos de favor concedidos a familiares y allegados…
En definitiva, algo tan decisivo en nuestras vidas como es la política y las consecuencias derivadas de la misma, no sólo debería adquirir relevancia en los momentos de dificultad y urgencia, sino en el día a día, pues la ignorancia, despreocupación e indiferencia se cobran un elevado un precio.http://elpais.com/elpais/2012/04/29/opinion/1335717998_599603.html
