viernes, 20 de abril de 2012

Una cuestión de fe o confianza

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Cuando una hija  pregunta si el uso de los teléfonos móviles y las redes inalámbricas (wi-fi)  pueden ser causa de trastornos o  enfermedades, el abanico de respuestas es bastante limitado, al menos para quienes somos profanos en la materia. Bien se recurre al no tengo ni idea, o se procura  facilitar algo de luz a la cuestión dejada en el aire, opción esta última con la que  es probable acabar sumergido en un mar de dudas, en un laberinto inextricable.  Y no sólo por la cantidad de información  disponible  en Internet  acerca de la incidencia de las radiaciones electromagnéticas en la salud  pública, sino y, principalmente, debido a los pronunciamientos, opiniones y estudios de organismos u expertos en uno o en otro sentido. Por ejemplo, por una parte, uno puede leer que <  señala que hay suficientes indicios o niveles de evidencia científica de efectos biológicos nocivos como para invocar la aplicación del principio de precaución y de medidas eficaces, preventivas urgentes>>. Y, por otra, a criterio de la Organización Mundial de la Salud (OMS), parece  ser que  no hay motivos para alarmarse, aunque tampoco se descarta o niega de manera rotunda la existencia de repercusiones negativas en la salud de las personas, pues dependerá de los resultados que vayan arrojando  las investigaciones efectuadas al respecto. Además, abundan las noticias referentes a las medidas llevadas a cabo por las autoridades de algunos países o regiones para limitar o disminuir el uso de tecnología wi-fi en espacios públicos como pueden ser  centros  escolares, residencias de ancianos, bibliotecas u hospitales, así como las relativas a la disparidad que se da entre los niveles de potencia permitidos en unos u otros territorios que, sin ir más lejos, puede oscilar entre los 0,1 microvatios por centímetro cuadrado en Castilla la Mancha y los 450 microvatios en otras zonas de España. O sea que,   al igual que sucede con los alimentos transgénicos, por el momento, el dilema queda en manos de la fe o la confianza de los ciudadanos.  
Ante la visión fugaz de un objeto volante no identificado (OVNI) por parte de un grupo de personas,  es normal que existan versiones o percepciones distintas o encontradas. Y, por lo visto, en un tema de ciencia como  este, también sucede lo mismo