El Comercio>Opinión>cartas del lector
Cuando
una hija pregunta si el uso de los
teléfonos móviles y las redes inalámbricas (wi-fi) pueden ser causa de trastornos o enfermedades, el abanico de respuestas es
bastante limitado, al menos para quienes somos profanos en la materia. Bien se
recurre al no tengo ni idea, o se procura facilitar algo de luz a la cuestión dejada en
el aire, opción esta última con la que es
probable acabar sumergido en un mar de dudas, en un laberinto inextricable. Y no sólo por la cantidad de información disponible
en Internet acerca de la
incidencia de las radiaciones electromagnéticas en la salud pública, sino y, principalmente, debido a los
pronunciamientos, opiniones y estudios de organismos u expertos en uno o en
otro sentido. Por ejemplo, por una parte, uno puede leer que < señala
que hay suficientes indicios o niveles de evidencia científica de efectos
biológicos nocivos como para invocar la aplicación del principio de precaución
y de medidas eficaces, preventivas urgentes>>. Y, por otra, a criterio de
la Organización Mundial de la Salud (OMS), parece ser que no hay motivos para alarmarse, aunque tampoco
se descarta o niega de manera rotunda la existencia de repercusiones negativas en
la salud de las personas, pues dependerá de los resultados que vayan arrojando las investigaciones efectuadas al respecto.
Además, abundan las noticias referentes a las medidas llevadas a cabo por las
autoridades de algunos países o regiones para limitar o disminuir el uso de
tecnología wi-fi en espacios públicos como pueden ser centros
escolares, residencias de ancianos, bibliotecas u hospitales, así como las
relativas a la disparidad que se da entre los niveles de potencia permitidos en
unos u otros territorios que, sin ir más lejos, puede oscilar entre los 0,1
microvatios por centímetro cuadrado en Castilla la Mancha y los 450 microvatios
en otras zonas de España. O sea que, al igual que sucede con los alimentos
transgénicos, por el momento, el dilema queda en manos de la fe o la confianza
de los ciudadanos.
Ante
la visión fugaz de un objeto volante no identificado (OVNI) por parte de un
grupo de personas, es normal que existan
versiones o percepciones distintas o encontradas. Y, por lo visto, en un tema de
ciencia como este, también sucede lo
mismo