sábado, 28 de abril de 2012

Tratamiento de cosmética

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Hace poco leí un artículo de Lucía Etxebarría en el que, sin entrar a valorar u opinar acerca de la conveniencia o no de prohibir el ejercicio de la prostitución, hacía una reflexión sobre las fustigantes huellas emocionales arrastradas por muchas de las personas que han prestado servicios sexuales por necesidades o intereses económicos (no por secuestro o sometimiento). El día anterior, y con motivo de la entrada en vigor de ordenanzas municipales que limitan y sancionan el ejercicio de la prostitución, había visto un debate televisivo centrado en una cuestión que, de manera recurrente,  salta al  candelero. En mi opinión, las medidas aisladas y dirigidas a reducir u ocultar los síntomas  están condenadas al fracaso, pues, sin incidir y modificar las circunstancias de fondo, ¿no se queda todo  en un tratamiento de cosmética?  O se resuelven las graves situaciones de pobreza,  marginalidad, desamparo social que envuelven y atenazan a millones de seres humanos, o el abuso, la codicia, la humillación y la indignidad continuarán campando a sus anchas.