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Hace poca más de un lustro, se hablaba y escribía con relativa frecuencia acerca de la línea ascendente que experimentaría la industria del ocio durante los próximos, de la creciente demanda de actividades y servicios relacionados con la misma, de los beneficios económicos generados alrededor del tiempo libre de unos ciudadanos en plenas facultades y con dinero en el bolsillo. Y, en un abrir y cerrar de ojos, aquellas halagüeñas expectativas parecen haberse esfumado. La edad de jubilación tiende a subir peldaños y los importes de las pensiones a bajarlos, se dispensan recetas de urgencia a la ciudadanía cuyos principales ingredientes activos son los recortes sociales y la disminución de las remuneraciones salariales, se escuchan y leen declaraciones que demonizan o cuestionan el empleo estable con el argumento de que acaba resultando demasiado aburrido y perjudicial para la realización personal, y se eleva el porcentaje de familias que no disponen de recursos para llegar a fin de mes. ¡Qué error en los pronósticos, qué ingenua quimera o qué timo colectivo!