jueves, 5 de abril de 2012

Para qué están los tutores

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A tenor de la merma padecida en estos últimos años por nuestro joven Estado de bienestar, así como de los oscuros pronósticos o expectativas respecto a la evolución de la situación en los próximos tiempos, cualquiera diría que éste también ha sido fruto de la denominada obsolescencia programada. Claro está que, a diferencia de lo ocurrido con los productos de consumo cuando quedan obsoletos o inservibles, un sistema social no se adquiere en la tienda sin mayores problemas, y lo introducido en los contenedores de residuos no son lavadoras, ordenadores o zapatos, sino personas que sienten y padecen.
Ahora, introducidos y arrastrados por la bola del declive, desde la esfera política y económica se concluye que estas no son más que las consecuencias de haber vivido por encima de nuestras posibilidades durante los pasados quince años. Aun admitiendo que un determinado porcentaje de la población se lanzó a la fiesta sin tener en cuenta los efectos de la resaca generada tras los excesos, uno se pregunta para qué están ahí los tutores, unos representantes elegidos democráticamente con el fin de trabajar en beneficio de los intereses generales, de establecer las bases y reglas del juego para que la ciudadanía pueda tener cubiertas sus necesidades básicas, de procurar un entorno de esperanza y felicidad.
Cómo entender que entre las numerosas y tituladas personas que ocupan los cargos de los gobiernos (centrales, autonómicos y locales), el innumerable personal de confianza y los cientos de expertos que también cobran por facilitarles sesudos informes y asesoramiento, no saltara la alarma a lo largo de tanto tiempo de despropósito y desacierto, no existieran señales ópticas o acústicas que avisaran del peligroso rumbo tomado.
No se debe despilfarrar ni introducir en la boca más de lo que se mastica, era algo repetido por muchos de nuestros padres sin tener apenas estudios. Ya sea por imprudentes distracciones, deshonestas acciones, irresponsables omisiones o ineficientes gestiones, hasta aquí hemos llegado. Por ello, ¿es de extrañar el preocupante aumento de la abstención en las urnas? Por ejemplo, el 45% en las celebradas en marzo en la comunidad autónoma del Principado de Asturias.