No importa demasiado que uno haya
sido un vecino irrespetuoso e intratable, un trepa sin principios ni dignidad,
un discípulo aplicado en la doctrina del abuso y la humillación, un
entusiasta devoto de la indiferencia y la insensatez, un desleal
que exige fidelidad, un fundamentalista del nepotismo y la
arbitrariedad, un incondicional de la estafa y la malversación portando
el disfraz de la honradez e interés general, un hincha de la intolerancia o un
amante apasionado de la especulación que esparce sin miramiento la
semilla del hambre y la necesidad…, pues, llegado el momento del punto final,
hay agencias que proporcionan plañideros profesionales, actores entrenados para
fingir tristeza y lavar la imagen del difunto en el sepelio. Si la ética y la
justicia han sido cuestiones menospreciadas durante la vida, la
despedida puede aderezarse con unas dosis de cuidada hipocresía.