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Hace poco más de seis años, el fenómeno de la inmigración era
citado en barómetros del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) como el
principal del país (59%), pasando a tener un peso del 2.5% en enero de 2013.
Hay que ver cómo cambian las ideas y apreciaciones en un corto período de
tiempo, influidas en gran medida por el caudal y tratamiento de la
información presente en los medios de comunicación acerca de cuestiones como
pudieran ser la regularización de la inmigración, la llegada de
pateras y cayucos a nuestras costas, la reivindicación y protesta protagonizada
por colectivos de inmigrantes o las incidencias ocurridas en los pasos
fronterizos. Aunque, con independencia de la percepción manifestada en
torno a la situación general, el porcentaje medio de ciudadanos que
declararon no verse afectados de manera personal por la llegada de extranjeros
rondó el 10% (entre 2000 y 2007).
Ahora, la sensación de amenaza no es la inmigración, sino la
emigración de los jóvenes (y no tan jóvenes) españoles en busca de salidas,
hecho denominado desde la política como movilidad exterior.
