viernes, 22 de junio de 2012

La minería del carbón

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Cuando se ha nacido y pasado la infancia jugando y corriendo por los prados y escombreras  de carbón de una comarca minera, cuando el pasado y presente familiar guarda estrechos vínculos con la  peligrosa actividad de la minería, contemplar el conflicto desencadenado tras la decisión del gobierno de llevar a cabo un recorte en las subvenciones  previstas para la extracción del negro mineral, produce un surtido cóctel de sentimientos y emociones recubierto por una densa capa de tristeza y empatía.
Que las ayudas europeas y nacionales destinadas desde hace años a la reconversión y reactivación de los municipios españoles cuyas economías  dependen en buena medida de esta industria, podrían haber sido invertidas con mejores resultados, seguramente.  Que a día de hoy el sector en España tiene señalados los plazos de cierre a corto plazo, es una realidad. Que la combustión de esta materia prima produce más contaminación que otras fuentes de generación eléctrica, es cierto; sin embargo,  el  consumo de carbón en España para tal fin en el 2011, fue un 82% superior al del año anterior (principalmente de importación), y las predicciones a nivel  mundial indican que la demanda experimentará una línea ascendente hasta el 2030, superando en un 20% a la actual. Que se están llevando a cabo investigaciones y proyectos encaminados a minimizar el impacto ambiental generado en su quema, es un hecho. Que las cosas cambian y hay que adaptarse a los nuevos tiempos y circunstancias, la historia lo avala. Que vivimos una crisis económica de mucho calado, lo tenemos bastante claro.
Ante tales circunstancias y perspectivas,  ¿es acertado enviar a todo un sector al patíbulo con semejante premura?, ¿qué planes existen para contrarrestar el impacto social ocasionado en las zonas afectadas?, ¿será más económico el mineral nacional que el de importación a la vuelta de la esquina?
Como en cualquier  tema objeto de análisis y debate, las posiciones u opiniones acerca de la rentabilidad y/o conveniencia de continuar aportando oxígeno a la producción de carbón, no son unánimes ni convergentes, pero leer o escuchar comentarios en los que se califica de vagos o privilegiados a quienes trabajan en duras condiciones bajo tierra, es para echarse las manos a la cabeza. ¡Cuánta ignorancia e insensibilidad anda suelta!