Indica Ángeles Caso, en su
artículo “El gran nombre de democracia” (Magazine del 10 de junio de
2012), que sus palabras quizás transgredan o salten los márgenes establecidos
por el discurso oficial o políticamente correcto, dando ello alas al
florecimiento de los populismos o a la polarización de la sociedad. Sin embargo,
las amenazas para la convivencia y el bienestar social no residen
en los desacuerdos y reproches expresados con cortesía en los medios de
comunicación, sino en las conductas y prácticas carentes de ética,
lealtad y compromiso social mantenidas a lo largo de años y que han dado lugar
a las adversas e injustas circunstancias del momento.
En mi opinión, para alejar el fantasma
del radicalismo y la crispación, los partidos políticos con mayor carga de
responsabilidad en este desaguisado deben acometer un plan de limpieza
capaz de eliminar los virus (el de la codicia, indecencia, nepotismo,
etc) asentados en sus estructuras, hacer un reseteo y volcarse en el
desarrollo de un sistema más honesto y solidario, es decir, trabajar de
manera inequívoca y transparente en la creación y consolidación de una sociedad
con rostro humano, y no con el de la ambición y el dinero.