jueves, 16 de junio de 2011

La ley del embudo

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¿Por qué llamar a más de un ascensor si sólo vamos a utilizar uno, cuando con ello se causa un consumo innecesario y se restan opciones a otros vecinos? ¿Por qué desentenderse de los excrementos de las mascotas cuando estas alivian en las calles, parques o jardines? ¿Por qué dejar las papeleras vacías y el suelo salpicado de bolsas, vasos y botellas tras una fiesta al aire libre? ¿Por qué aparcar en la vía pública sin considerar el espacio ocupado e impidiendo que pueda estacionar otro vehículo? Y, curiosamente, quienes van por la vida actuando conforme a la ley del embudo, es decir, lo estrecho para los demás y lo ancho para uno, a la hora de exigir o reivindicar derechos y respeto no suelen cortarse un pelo. Cosas de la desconsideración y el egoísmo, cuestiones cultivadas con mimo en una sociedad que fomenta la competitividad voraz y el individualismo.
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