lunes, 27 de septiembre de 2010

Pedir en la calle y ganarse la vida

Diario El Montañes>Opinión>cartas del lector

La primera vez que la vi tendría alrededor de 16 años, era un día frio y lluvioso de un mes cualquiera del otoño, y esperaba en la medianera de la calzada a que el semáforo se pusiera en rojo. Habría pasado poco más de un minuto cuando el disco se puso en verde, pero en tan breve espacio de tiempo fui espectador de una situación que, no sólo tenía la capacidad de producir una erupción de emociones y reflexiones, sino que podía instalarse como un okupa en la cabeza.
¿Podía observarse con normalidad e indiferencia como una adolescente con un vientre que delataba un avanzado estado de gestación, con la ropa mojada y las huellas evidentes del cansancio y la incomodidad, recorría el asfalto yendo de vehículo en vehículo con la mano tendida para ofrecer unos pañuelos de papel? ¿Quién desearía ver a una hija en condiciones similares?
Han pasado unos 5 años desde aquel día y, lamentablemente, podría decirse que el semáforo ya es padrino de tres pequeños hermanos, y los automovilistas y peatones habituales del cruce hemos desarrollado cierta inmunidad sentimental.
Aun desconociendo el pasado de esta chica y de otros muchos compatriotas gitanos que se alejan de su tierra para vivir en circunstancias parecidas, estos movimientos migratorios evidencian que algunos países tienen asignaturas pendientes con una parte importante de su población.