La violencia física y social está alcanzando cotas alarmantes. Por una parte, cada día son más números los escenarios de muerte, hostilidad y dolor repartidos por el planeta y causados por grupos u organizaciones que tienen una interpretación particularmente radical e inflexible de los dogmas o creencias religiosas. Por otra, el voraz proceso de depredación social iniciado en las últimas décadas del siglo pasado, amenaza con llevar a la extinción a las clases medias en las zonas del mundo que habían alcanzado mayor equidad y justicia social.
Ni Dios puede aprobar o compartir acciones tan intolerantes y deplorables, ni el mercado puede beneficiarse extendiendo la dificultad y pobreza.
Ni Dios puede aprobar o compartir acciones tan intolerantes y deplorables, ni el mercado puede beneficiarse extendiendo la dificultad y pobreza.
