Hasta no hace mucho tiempo había una estampa típica de las tardes de los domingos: La imagen de matrimonios paseando distanciados por las calles de nuestros pueblos o ciudades, en la que él iba delante con la radio pegada a la oreja escuchando partidos de fútbol, y a unos pasos ella, sin más distracción que la ofrecida por la vista ni otra conversación que la ocasionada con motivo de los breves saludos mantenidos con los vecinos.
En esta época y, sobre todo, después del mundial de fútbol de Suráfrica, resultará más difícil apreciar tan “románticas” escenas semanales, pues cada día es mayor el número de mujeres que, por cuestión de afición o profesión, se relacionan, suman o interesan por este deporte y espectáculo.
No siento nostalgia ni deseo alguno de una sociedad que reserve al sexo femenino un constreñido o discriminatorio abanico de roles y entretenimientos sociales, aunque tampoco es demasiado ilusionante, esperanzador o emocionante hacerse a la idea de que cada vez sean más las personas centradas, preocupadas e, incluso, incomprensiblemente enfrentadas por el fútbol.
En materia de igualdad, ojalá se avanzara con la misma velocidad e intensidad en otras cuestiones que no tienen un trasfondo comercial o monetario.
En esta época y, sobre todo, después del mundial de fútbol de Suráfrica, resultará más difícil apreciar tan “románticas” escenas semanales, pues cada día es mayor el número de mujeres que, por cuestión de afición o profesión, se relacionan, suman o interesan por este deporte y espectáculo.
No siento nostalgia ni deseo alguno de una sociedad que reserve al sexo femenino un constreñido o discriminatorio abanico de roles y entretenimientos sociales, aunque tampoco es demasiado ilusionante, esperanzador o emocionante hacerse a la idea de que cada vez sean más las personas centradas, preocupadas e, incluso, incomprensiblemente enfrentadas por el fútbol.
En materia de igualdad, ojalá se avanzara con la misma velocidad e intensidad en otras cuestiones que no tienen un trasfondo comercial o monetario.
