Empresario o trabajador, político o votante, alumno o profesor, inquilino o propietario, cliente o vendedor, periodista o lector..., ¿son facetas o funciones cuyo desempeño proporciona un revestimiento de sensibilidad o indiferencia, educación o desvergüenza, responsabilidad o insensatez, honestidad o deslealtad, moderación o exceso, credibilidad o desconfianza, modestia o arrogancia?
La calidad de las personas no es una cuestión que quede acreditada a través del estatus social, ni de la afiliación o desvinculación a organizaciones políticas o sindicales, ni de la carencia o posesión de títulos académicos, ni del rol ejercido..., sino mediante las huellas que nuestros comportamientos y actos imprimen en las relaciones humanas, en la convivencia.
Aunque puedan lucirse bonitos disfraces, lo que realmente cuenta es la estela dejada en el camino.
La calidad de las personas no es una cuestión que quede acreditada a través del estatus social, ni de la afiliación o desvinculación a organizaciones políticas o sindicales, ni de la carencia o posesión de títulos académicos, ni del rol ejercido..., sino mediante las huellas que nuestros comportamientos y actos imprimen en las relaciones humanas, en la convivencia.
Aunque puedan lucirse bonitos disfraces, lo que realmente cuenta es la estela dejada en el camino.