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Situar el foco central y el sambenito de la responsabilidad del primer
contagio de ébola en territorio español y europeo en la figura de la
trabajadora de la sanidad que, de manera voluntaria,
participó al lado de otros profesionales en los cuidados dispensados a los dos
enfermos españoles repatriados desde África, no solo ha sido una reacción equivoca
y fuera de lugar, sino que ha estado muy feo. ¿Cabría reprobar y calificar de
irresponsables a los dos religiosos fallecidos por su exposición al
riesgo de contagio prestando atención sanitaria a ciudadanos africanos en
unas circunstancias de inseguridad y escasez de recursos? Si hay una
responsabilidad común entre las tres personas españolas contagiadas en el
exterior e interior de nuestras fronteras, podría ser la de colaborar
activamente en pro del bienestar común con discreción, humildad y ética. Había
luces resaltando la figura de la víctima, sin embargo, la población dirigía la
mirada hacia otro lado. EA eso se le llama falta de credibilidad y confianza.
Para pensárselo, ¿no?