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A decir verdad, me traen sin
cuidado las noticias y crónicas de sociedad, pues no siento interés por las
bodas, los divorcios, las infidelidades o las disputas familiares de los
famosos. Pero, a no ser que uno viva en el monte sin contacto alguno con los
medios de comunicación, es prácticamente imposible permanecer impermeable y
ajeno a tan abundante caudal de cotilleo. Entre la información
publicada en relación a la boda del actor George Clooney (parafernalia que no
cambia la valoración respecto al actor, aunque sí la percepción del personaje),
leo que la pareja donará los ingresos de los reportajes exclusivos
publicados en distintas revistas a causas benéficas y, a continuación, que la
ceremonia tuvo lugar en un hotel de siete estrellas y que el vestido de la
novia llevaba perlas y diamantes incrustados. Debo de ser bastante obtuso
porque, en realidad, no entiendo nada. Aunque, como decía hace unos días el
peluquero, perplejidad es la que causa contemplar la evolución de
cuestiones como la deuda pública (que ya sobrepasa el billón de euros), el IVA,
los servicios sociales, los salarios, la desigualdad y la pobreza.