sábado, 20 de noviembre de 2010

Objeción y acceso

El Comercio>Opinión>cartas del lector

Hace más de 20 años, cuando los preservativos sólo podían ser adquiridos en las farmacias, uno cruzaba los dedos y acudía con cierto rubor a la botica de guardia, pues, dependiendo de la moralidad de los titulares, podías obtener respuestas desabridas y, además, quedarte sin el necesitado látex, es decir, acababas mosqueado por la esterilidad del desplazamiento y con serias dificultades para adentrarse en el considerado mundo del pecado. Afortunadamente, ahora no hay que ser víctima de miradas, gestos o palabras de desaire o descortesía al adquirir profilácticos, ya que están al alcance de cualquiera a través de una amplia red de distribución, aunque parece ser que los ciudadanos pueden verse ante el mismo problema si se trata de comprar la píldora poscoital o del día después, al poder declararse como objetores los profesionales que no desean dispensar la misma en sus farmacias. Con información, medios y responsabilidad, las posibilidades de un embarazo indeseado quedan muy reducidas, pero, ¿es razonable que el acceso de los ciudadanos a esta solución de urgencia dependa de las cuestiones de conciencia? Ni repartirlas en los supermercados y a las puertas de los centros educativos, ni limitar u obstaculizar el acceso a un eficaz avance científico.