sábado, 27 de noviembre de 2010

Ausencia de sentido común frente a los embargos

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¿Cómo se entiende que una persona solicite un crédito de 220.000 euros para adquirir la vivienda y que, tras llevar pagada cierta cantidad de dinero y ser embargado el piso debido a la imposibilidad de hacer frente a las letras como consecuencia del desempleo, acabe con una deuda de 260.000 euros y el cielo como techo?
No es difícil adivinar que, salvo un improbable golpe de suerte en la lotería, uno quede condenado de por vida a buscarse la misma con los ingresos inembargables (actualmente, poco más de 600 euros por persona), es decir, atrapado por la precariedad hasta el último aliento. Por ello, ¿es raro o extraño que se ingrese en el mundo de la economía sumergida? En el caso de que el proyecto personal no sea vivir de la caridad, ¿hay muchas más alternativas factibles?
Si el sentido común es un factor relevante en la aplicación de la Justicia, parece ser que este está ausente en las resoluciones legales por el impago de hipotecas.