Días antes de leer el reportaje
“Invertir bien” (Magazine del 10 de noviembre), puede escuchar en la radio a un
directivo de la denominada banca ética, y hay que decir que los planteamientos
y objetivos expuestos en la entrevista son interesantes, pues hablan de la
obtención de beneficios aunque no a cualquier precio. Es decir, llevar a cabo
una actividad financiera divorciada de la ambición especulativa, de la
explotación laboral, de la siembra de precariedad social y del fraude y el
engaño. Conforme la ciudadanía vaya mostrando mayor sensibilidad y preocupación
por el recorrido y las consecuencias sociales de las inversiones en las que se
depositan los ahorros, por la trazabilidad humana de los productos
adquiridos en el mercado y de los servicios contratados, el espacio dedicado al
cultivo de la arbitrariedad se irá quedando más pequeño. Indicaba Quim Monzó al
referirse a las novedosas camisetas masculinas simuladoras de masa
muscular, que éstas van a ser motivo de muchas decepciones, cuando el desnudo
revele lo existente bajo el engañoso revestimiento. ¿Qué éxito de ventas
tendría un artículo en cuya etiqueta constara que ha sido elaborado por mano de
obra infantil bajo condiciones de esclavitud?