No me habría resultado chirriante lo dicho por Mercedes Milá en la conversación publicada en el XL Semanal del 26 de mayo, si las atribuciones valientes y generosas fueran destinadas a las personas que toman la decisión de alejarse de entornos de convivencia y seguridad para ofrecer su tiempo y conocimientos en zonas castigadas por la miseria y el atropello, que cruzan fronteras con el fin de poner voz y rostro a las víctimas anónimas de la crueldad y el horror de las guerras, que toman partido por la dignidad y la decencia en un terreno abonado para la ruindad, o las que ponen en riesgo su integridad por educar y enseñar bajo la sombra a niñas deseosas de ampliar el angular de un horizonte áspero y estrecho. Sin embargo, la concesión indiscriminada de tales cualidades a quienes entran en “Gran Hermano”, parece tener escaso peso específico.
Considero que hay más arrojo y
compromiso en algunas de las opiniones escuchadas a la periodista y
presentadora en la radio y televisión, que en el mero hecho de participar
en el programa mencionado. En mi opinión, un espacio televisivo rico en
banalidad pero estéril en cuanto aprendizaje o ilustración social se refiere.