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Reportajes fotográficos de
niñas posando con atuendos y gestos sensuales, chistes perfumados con el
rancio olor del machismo, comentarios (serios o supuestamente jocosos) en
los que la mujer es objeto de desprecio y/o groserías, chicas
que participan con entusiasmo en programas de televisión que proyectan una
imagen desvirtuada de la figura femenina, o adolescentes dando muestras de una
idolatría y entrega incondicional hacia cantantes o grupos musicales
formados por chicos (algo que no se produce en sentido inverso), son algunos de
los nutrientes contenidos en la savia que circula por la
sociedad favoreciendo el mantenimiento de una
cultura irracional. ¿Cuántas mujeres (sin olvidar a los hijos) son
víctimas de la contaminación mental absorbida y concentrada por sus parejas
desde la infancia? Sin un cambio en la alimentación educativa
y cultural, las nuevas generaciones también estarán expuestas al riesgo
de desarrollar una obesidad de posesión e insensatez generadora de injusticia,
infelicidad y sufrimiento.
¿Por qué cuesta tanto asimilar
que la casualidad de nacer con el sexo masculino no es un atributo que
conceda más derechos ni supremacía ante las compañeras de viaje?