viernes, 28 de septiembre de 2012

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La respuesta del ministro de Educación publicada en la prensa 'todo el mundo tiene problemas para pagar según qué cosas', no parece la más convincente  y afortunada que puede ofrecerse ante una pregunta sobre la dificultad que tienen muchas  familias para hacerse cargo de los costes derivados de los estudios de sus hijos, pues, ¿es  ello una cuestión cualquiera?  Es evidente que no, ya que desde el propio ministerio se alude a la necesidad de establecer cambios en la educación con la pretensión de mejorar los resultados obtenidos por los estudiantes españoles en el Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes (PISA) realizado de forma periódica. Sin embargo, si el factor económico llega a convertirse en un pasaporte con el que acceder a la formación y el estudio,  ¿cuántas personas pueden verse  desplazadas, limitadas o con serías dificultades para aprender y desarrollar sus capacidades?
Distinto sería  si se tratarse de acudir a cursos de  conducción de  limusinas o patrón de yates.
¿No es preferible, por ejemplo, facilitar libros de texto a quienes no disponen de recursos, que llevar a cabo gastos superfluos y evitables como podrían ser los originados con las inauguraciones o la propaganda institucional destinada al autobombo?