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Desde el accesible observatorio de lo
cotidiano, pueden contemplarse comportamientos que dejan mucho que
desear, actitudes que ponen de manifiesto un desenfrenado impulso de
egoísmo, una escasa educación y un lamentable desprecio o
indiferencia hacia los derechos e intereses ajenos. Hay quienes al escuchar la
frase ‘pasen en orden por la de al lado’, rompen filas precipitadamente echando
a correr para colocarse los primeros en la caja del supermercado abierta bajo
el propósito de aliviar las colas formadas en momentos puntuales; quienes
estando el restaurante hasta los topes (circunstancia cada vez más
extraordinaria), con gente de pie esperando por una mesa,
permanecen media hora sentados en un estado de absoluta tranquilidad tras
finalizar el postre y el café; o quienes arrogándose el derecho de aquí
estoy yo, obstaculizan la calzada estacionando en doble fila mientras con
sosiego apoyan el codo en la barra del bar.
Tal como rezaba la publicidad
institucional dirigida a crear conciencia pública en torno al ahorro de agua o
al cuidado del medio ambiente, en la convivencia, los pequeños gestos
también importan. Bastante más de lo que algunos son capaces de ver o intuir.