Expresaba
un lector en una carta publicada en el Magazine del 15 de julio de 2012,
que una vez surgida la chispa necesaria para iniciar y propagar el foco de
optimismo con el que superar la crisis económica (aspecto que,
lamentablemente, no parece haberse producido), sería igualmente deseable por
cuestión de higiene social, una recuperación de los valores éticos
imprescindibles para conformar una sociedad más aseada. Asimismo,
un profesor que imparte clases de Ciudadanía, Ética y Filosofía, escribía acerca
de la conveniencia de abrir la puerta de la reflexión y solidaridad a los
alumnos, de crear escenarios de inquietud, compromiso y acción dirigidos a
prevenir y mitigar los efectos de la indignidad y la insalubre avidez de
riqueza y poder.
Dada
la importancia de la educación ética a la hora de extender la honradez, la
felicidad y el bienestar sostenible entre la población, ¿no debería ser tal
objetivo de máxima prioridad? Los resultados de una pedagogía centrada en
el dinero, por desgracia, ya son conocidos y padecidos en primera persona por
cada vez un mayor número de personas.