domingo, 23 de octubre de 2011

¡Qué nivel!

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No sé si es debido a una limitación en la capacidad de entendimiento o a que uno es un tanto raro, pero nunca he logrado entender y encontrar sentido a las llamadas novatadas, esas prácticas tan afectuosas, simpáticas y solidarias llevadas a cabo para ofrecer una bienvenida estimulante e inolvidable a los recién llegados. Cuando se ponen los pies en terreno novedoso y desconocido es probable que pueda llegar a sentirse cierto grado de inseguridad o desasosiego, cuestión que debería motivar la colaboración y ayuda por parte de quienes tienen experiencia y, sin embargo, resulta que hay sujetos que lo pasan en grande puteando, amenazando o humillando en grupo a los últimos de la fila. Que yo recuerde, la respuesta más sensata y clarificadora obtenida al respecto cuando realicé el servicio militar obligatorio, lugar donde algunos valientes graciosillos se entretenían y explayaban con las novatadas, fue que lo hacían porque también ellos lo habían sufrido. ¡Qué nivel! En tal caso, ¿no tendría que ser al contrario? No hacer al prójimo lo que no se desea para uno mismo.